Jane hizo una mueca y se cruzo con Milton justo cuando este entraba en la habitación. EI rápido movimiento lo confundió por un momento, y su mirada se movió entre la silueta que salía y yo, varias veces, antes de decidirse por mi cara.
—¿Qué puedo hacer por ti, Milton?
—Acabo de contarle a Alison lo del trato con Liam Hemsworth. Está dispuesta a reemplazarte como modelo —Milton se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, e inclinó la cabeza. —Es más joven y delgada que tú.
«Más joven, más delgada y más plástica». Miré hacia
Alison, y supe exactamente lo que tenía en mente. Se helaría el infierno antes de que yo la dejara desfilar en toda su artificial gloria ante Liam.
No estaba totalmente convencida de posar para él, pero sabía que no permitiría que lo hiciera ella tampoco.
—El señor Hemsworth ya ha elegido. Le prometí que la galería le proporcionaría la modelo que quisiera —Me eché hacia atrás en el sillón, y observé que Milton se movía con nerviosismo.
Por fin, miró a Alison y se encogió de hombros.
La señorita Tetas Falsas me miró, y después volvió a su trabajo.
Mi teléfono sonó. Milton salió de mi despacho, dejando la puerta abierta, cosa que odiaba. Mientras cogía el teléfono, Jane se acercó a la puerta y la cerró cuidadosamente. Iba a echarla de menos cuando fuera a prisión por asesinar a Milton.
—Dígame.
—¿Señorita Cyrus?
Liam Hemsworth. Su voz era suave y refinada, aunque despertaba algo salvaje y casi indescriptible en mí. Quería estar enfadada con él por su atrevimiento, pero la verdad era que disfrutaba tanto de su arrogancia que no podía esperar a enredarme de nuevo con él. El hecho de que hubiera llamado tan pronto me hizo pensar que quizá él se sentía Igual
—Señor Hemsworth, me alegro de que haya llamado. No me ha dado demasiado tiempo para considerar su oferta —Mi saque de apertura fue recibido con un breve silencio.
—No era una oferta.
Miré mi escritorio, suspiré, y después miré a Jane, que estaba en la zona de trabajo. Sostenía un trozo de papel con ¿LIAM HEMSWORTH ES UN DIOS escrito en él con enormes letras rojas. La miré y giré mi silla para no tener que verla de nuevo, a ella, o a su estúpido letrero.
—Le aseguro que hay montones de mujeres que, de buena gana, se desnudarían y posarían para usted. Pero parece que yo no soy una de ellas —Aquella era una maldita mentira. Bueno, era una mentira a medias. Me resultaba fácil imaginarme desnuda con Liam Hemsworth; era lo de posar lo que me dejaba fría. Me concentré en una de mis uñas, y fruncí el ceño al ver la cutícula. Era el ejemplo perfecto de cómo me sentía interiormente: desaliñada.
—Tengo la sensación de que es el momento de que hagas algo distinto —dijo.
—No estoy estancada —le espeté, y entonces fruncí el ceño, dándome cuenta de que no había dicho nada al respecto.
Su silencio no era cómodo. Casi podía oír la maquinaria girando en su cabeza mientras consideraba lo que mi respuesta le había revelado. Cerrando los ojos, esperé a que dijera algo. Cualquier cosa.
—No llegues tarde, Miley
Colgó. Crucé las piernas, e intenté ignorar la humedad en mis medias, y la sutil vibración en mi clítoris. La rabia y el deseo se retorcían en mi cuerpo, y no tener un modo de canalizar ninguna de estas cosas me hacía sentirme frustrada, y profundamente contusa. Ni siquiera podía recordar la última vez que habla conocido a un hombre que estimulara mi cuerpo como lo hacía Liam Hemsworth.
Giré mi silla y miré a Jane, que estaba fingiendo que trabajaba en el ordenador. Eché un vistazo a mi propio monitor y me di cuente de que mi programa de mensajería instantánea estaba parpadeando. Hice clic en la ventana, y vi un mensaje de Jane.
«Sólo una idio.ta rechazaría la oportunidad de pasar el verano DESNUDA con Liam Hemsworth».
«Vete a la mierda», contesté, y después cerré el programa.
Observé cómo se reía Jane un momento, y después giré de nuevo mi silla para mirar por la ventana. Ella tenía razón. Liam era un hombre atractivo y con talento, y las mujeres viajaban miles de kilómetros para posar para él. Debería sentirme orgullosa de que me quisiera en su estudio. Era un gran artista, y sabía dar forma a una mujer. Aun así, su deseo de capturar mi alma me intranquilizaba.
Exponerme a un hombre como Liam era un paso mucho mayor que cualquier cosa en la que mi terapeuta y yo hubiéramos trabajado. No soportaba sentirme vulnerable. Había intentado con todas mis fuerzas dejar atrás mi experiencia en Nueva York, pero eso no significaba que estuviera preparada para exponerme.
A pesar de todos esos miedos y de la rabia que sentía por que Liam me hubiera ganado, me había quedado con una fina capa de excitación que hervía bajo mi piel. Casi podía sentir sus manos moviéndose sobre mi cuerpo, la presión de su cuerpo contra el mío y la rotunda punta de su ***** abriéndose camino en mi interior.
Bajé la cabeza hasta mi escritorio.
—Qué puta pesadilla
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