viernes, 29 de julio de 2011

The έναν εξαπατώντας σύζυγο: cap 13

Si alguna vez Miley... qué? Se preguntaba Miley metida en el pequeño cuarto de baño de William, mientras esperaba a que Liam saliera de su dormitorio para no tener que encontrarse con él.
¿Si alguna vez Miley descubría que había habido otra mujer? Bueno, Miley ya lo había descubierto.
¿Si alguna vez Miley decidía crecer?, se dijo cínicamente, y se miró al espejo con cierto sobresalto, porque era casi como mirar a otra persona.
«Mírate, se dijo. «Escondiéndote aquí cuando ni siquiera tienes que usar el baño. No te atreverías a bañarte por miedo a que el agua te estropeara el peinado, ni a lavarte por si no puedes rehacer el maquillaje. 

Liam te va a invitar a cenar, pero sólo porque se siente culpable. y, además, espera salir con la persona que acaba de conocer, la misma que te mira desde el espejo, pero esa persona no es más que una ilusión. Un disfraz bajo el que la verdadera Miley está tratando de ocultarse.)
 

Oyó que se cerraba una puerta y luego el andar característico de Liam, que bajaba las escaleras. Miley dio un profundo suspiro, miró de reojo a la mujer del espejo y salió de su escondite. En el brazo llevaba uno de los vestidos que se había comprado, y lo colgó en la puerta del guardarropa, luego, se alejó unos pasos, preguntándose si se atrevería a ponérselo o no.
 
Era muy sexy. De encaje color rubí y seda negra, dejaba al descubierto los hombros y buena parte de la espalda. La dependienta se había dado cuenta de su desconcierto al ver cuánto exponía su cuerpo y había ido a buscar una chaquetilla de terciopelo negra con mangas y cuello alto, que sólo dejaba expuesto el tentador escote.
¿Iba a ponérselo o no?, se preguntó reflexivamente. ¿O se ponía el vestido negro que llevaba normalmente cuando salía con Liam?
 
Marie entró apresuradamente en la habitación, colorada y oliendo a polvos de talco. Se acercó a Miley y abrió mucho los ojos al ver el vestido nuevo.
-¿Te lo vas a poner, mamá? -preguntó con dulzura. -No lo sé -respondió Miley con incertidumbre- Puede que ... lo mejor sea ponerme mi vestido negro ... -dijo extendiendo el brazo para sacarlo del armario. La niña la detuvo.
-¡Pero no puedes ponerte eso! -exclamó con horror- Papá se ha puesto su esmoquin con pajarita esta guapísimo

Miley frunció los labios. Sin duda, el maravilloso papá de Marie merecía algo mejor que su viejo vestido negro.
-Además, ese vestido negro es muy aburrido -dijo la niña.
«Aburrido», se repitió Miley. Era una palabra con la que estaba muy familiarizada las últimas semanas.
-Bueno, entonces, me pondré el rojo -dijo. Si la vieja Miley era aburrida, la nueva estaba decidida a no serlo-. Ve a ayudar a la abuela mientras yo me visto.
 
Se agachó y le dio un beso en la mejilla. Marie salió corriendo de la habitación. A Miley le dio la impresión de que estaba impaciente por ayudar a su abuela, orgullosa de colaborar a que sus padres pudieran salir.
Se vistió y bajó. Sus hijos y su suegra, que estaban cenando en la cocina, se quedaron boquiabiertos. Había llegado el momento de saber la opinión del verdadero experto, pensó deteniéndose antes de entrar en el salón. Marie tenía razón, se dijo observándolo al entrar, Liam estaba guapísimo con el esmoquin. Pero se trataba de algo más que del elegante corte del traje, era el hombre que lo llevaba el que marcaba la diferencia. Tenía un aire de madurez y sofisticación que parecía aumentar el innato atractivo que siempre había tenido.
 
Estaba junto al mueble bar, sirviéndose una tónica, y no se había dado cuenta de su presencia. Miley se alegró porque así tenía tiempo de calmar el efecto que tenía sobre sus sentidos. Llevaba el pelo tan informal como siempre, ni muy corto ni muy largo, con un peinado ni moderno ni anticuado. Y eso decía mucho de su carácter. Liam siempre dejaba huella en la gente porque no era ni muy convencional ni demasiado extravagante. Era un hombre con una gran confianza en sí mismo, pero que mantenía en el misterio una parte de su personalidad, lo que le hacía aún más atractivo.

Miley no podía dejar de sentirse intimidada ante aquel hombre y pasaba nerviosamente los dedos por el borde de la chaquetilla. N o solía pensar en él en aquellos términos. De hecho, no solía pensar en él como otra cosa que no fuera su marido. Ésa era otra novedad a la que tenía que hacer frente, que pudiera sentirse intimidada por un hombre con el que llevaba viviendo siete años.

Liam se dio la vuelta y la vio en el umbral de la puerta. A Miley le dio un vuelco el corazón al ver que fruncía el ceño y la observaba de arriba abajo, pero no podía ver bien la expresión de sus ojos.
«Se esconde, huye de mi», se dijo Miley, «lo hace todo el tiempo». Incluso en aquellos instantes en que veía cómo observaba su nuevo peinado y su rostro maquillado, no podía saber lo que estaba pensando. El vestido era mucho más fino que cualquier cosa que se hubiera puesto en su vida, realzaba su esbelta figura, sus piernas largas y bonitas, pero ¿Liam la observó sin dar la menor muestra de aprobación o disgusto.
Luego, sin previo aviso, un brillo de emoción cruzó por sus ojos antes de desaparecer de nuevo.

Miley se sobresaltó, porque estaba segura de que sus ojos no revelaban otra cosa que tristeza. Pero, ¿por qué debía Liam sentir tristeza al ver a su mujer vestida para salir con él?
O, tal vez, no fuera tristeza, tal vez fuera su conciencia culpable. ¿Qué había dicho su madre? «La tienes guardada entre algodones». Aquella frase debía haberle calado muy hondo, y, en aquellos instantes, allí estaba ella, distinta, convertida en otra mujer. Y Liam debía saber que ella nunca habría llegado tan lejos si él no la hubiera hecho sentirse tan insegura.
 

-¿Quieres algo de beber antes de que nos vayamos? -preguntó Liam.

Miley se dio cuenta de que no iba a hacer ningún comentario sobre el vestido y sintió una gran decepción. -No ... gracias -replicó con voz grave- ¿Has .. has reservado mesa?

Liam sonrió.
-Sí -dijo-. ¿Nos vamos?


Miley se sentó en el BMW. Se' sentía intranquila y no dejaba de mirarse las manos mientras Liam aceleraba en dirección al centro de Londres. Miley montaba pocas veces en aquel coche, porque cuando salían solían hacerla con sus hijos y era su Ford Escort blanco el elegido. Así que se sentía algo extraña en aquel coche. 

En realidad, se sentía extraña con todo, incluso consigo misma.
-¿Adónde vamos? -preguntó sin mucho entusiasmo. Se dio cuenta de que Liam la miró, y volvió la cabeza para mirarlo. El volvió a mirar a la carretera. Tenía la mandíbula apretada.
Mencionó un club con restaurante y sala de baile y Miley sintió un hormigueo en la piel. 


Era uno de los sitios más frecuentados por los ricos y famosos, Miley pensaba que había que tener cierto estatus para ser admitido en uno de aquellos lugares y la naturalidad con que Liam mencionó aquel club le hizo sentirse aún más incómoda.
-La comida es buena -decía sin darle importancia- Lo bastante buena como para tentar incluso los apetitos más frágiles.
¿Se refería a ella? Podría ser, desde hacía algún tiempo, no tenía mucha hambre. La comida se convertía en un problema cuando tenía que vivir con un nudo permanente en la garganta.
-Entonces, lo conoces -dijo.
-He estado una o dos veces.
 

¿Con Selena? Miley no pudo evitar aquel pensamiento, que provocó que permaneciera en silencio el resto del camino.

Liam no estaba más alegre que ella. La guió a través del vestíbulo del club, iluminado con luz indirecta para realzar el lujo del lugar.
-Buenas noches, señor Masterson -le saludó un hombre bajo, calvo y gordito, con acento francés. Luego se inclinó educadamente para saludar a Miley.
-Buenas noches, Claude -respondió Liam con una familiaridad que provocó la mueca de miley -. Me alegro de que hayáis podido encontrar una mesa para nosotros habiéndoos llamado con tan poca antelación.
 

Claude se encogió de hombros de un modo típicamente europeo.
-Ya sabe, señor, para personas como usted siempre tenemos sitio. Por aquí, por favor.


Liam agarró a Miley por la cintura. Miley miró a su alrededor, mientras seguían a Claude, tratando de no demostrar lo impresionada que estaba por el lujo del lugar.
 

Siempre que había salido con Liam habían ido a alguno de los restaurantes del barrio, indio, chino o italiano. Él no llevaba más que unos vaqueros y una camiseta, tal vez una chaqueta de esport, y ella llevaba una ropa igualmente informal. Solían sentarse relajadamente y compartir una botella de vino con la relajada intimidad de dos personas que se encuentran a gusto en compañía del otro. Pero Miley dudaba de que pudiera relajarse en aquel lugar. 

No podía imaginar, por ejemplo, a Liam robándole del plato una gamba, su comida favorita, como solía hacer, o a ella misma inclinándose sobre la mesa para darle una, sosteniéndola entre los dedos.

1 comentario: