Dos meses. Han pasado dos meses
des de que Miley trabajó para Calvin Klein. Y Nick ni siquiera se
ha dignado a llamarla. Se siente como una estúpida, en parte, por
haberse fiado de un hombre, al que apenas conocía. Y encima eso. Un
hombre. Un hombre inútil, como todos los demás.
-
Me haré lesbiana. – se dice a ella misma, hiendo hacia la cocina, para
prepararse un buen desayuno. – a la mier.da la línea, necesito comer.
Coge
la paella y fríe un par de huevos. En la plancha, bacón. Se tosta dos
rebanadas de pan y coge la mantequilla del congelador. Todo en un plato,
encima de una bandeja, acompañada de un vaso de zumo de naranja, y a la
mesa. Miley suspira, mirando la gran cantidad de comida. Entonces,
se dice a ella misma
-
Esta noche saldré de fiesta. – pensando, que, en más de disfrutar de
una bebida cargada de alcohol y la buena música house a todo volumen, lo
que quiere, es encontrar un lío de una noche. – Dos meses. Dos meses
des del polvo que eché con Nick. Dos meses esperándolo. Dos meses, sin
follar. Ya he tenido suficiente.
Miley se sube la minifalda
tejana. Se pone las botas altas peep toe. Esas hasta la rodilla de
cuero, que tienen la funda del tacón roja. Y se baja el jersey plateado,
de lentejuelas, de cuello drapeado. Se pinta, difuminando unos ojos al
estilo ‘smokinkg eye’, una fina línea y rímel. Labios rosados. Coge el
bolso, las llaves del coche. Esta noche saldrá sola, pero volverá
acompañada. Y de un hombre alto, corpulento, que la haga disfrutar como
una bendecida zorra. Está segura.
Miley se mete en su mini Cooper rojo y conduce hasta el pub de ‘tres
estrellas’. Famoso por sus borracheras, por los maromos y por la música.
También por las detenciones que ha tenido. Pero bueno… Es un sitio
famoso.
- DNI, ¿por favor? – le pide un portero robusto, que la ojea de arriba a bajo.
- ¿DNI? ¿Es que no aparento ya los dieciocho?
- Cariño, debo revisarlo.
Miley bufa. Aun que, piensa, sacando su monedero y el DNI, que si fuera por
ella, se acostaba con ese apuesto cartero. Sería tan fácil como ‘¿Tienes
algo que hacer, después de cerrar el pub? Vente un rato a mi piso,
entonces…’ Y por la forma en que la miraba, Miley se jugaría su larga
melena a que él accedería sin remordimientos.
- Gracias. – le sonríe él, con una blanca dentadura. – disfruta.
- Claro.
Miley se mete en el local. La oscuridad abruma, mientras miles de colores,
rosas, azules, verdes, se dispersan, moviéndose con agitación alrededor
de toda la sala. Caipiriñas, mojitos, cubatas, rondan de mano en mano,
atravesando gargantas ajenas, subiendo hasta la cabeza, haciendo perder
los sentidos, la noción, haciendo que la gente enloquezca a partir de
media noche.
-
Eh, guapa, ¿vienes sola? – escucha, a su alrededor, como un grupito de
chicos la invita a dar conversación. Ella sonríe, decide seguirles el
juego.
- Pues sí. – contesta, en un dulce puchero.
- ¿Y qué hace una tía como tú, sin acompañante? – dice otro de los cuatro.
Miley rie, se acerca a la mesa redonda en la que están sentados.
- Digamos que no he tenido la oportunidad de conocer nadie, aún.
Los
chicos se codean. Ríen. Parecen un pelo más jóvenes que ella, pero no
importa. Están interesados. Y son cuatro. Y morenos, de gimnasio. ¿Qué
más se puede pedir?
- ¿No me darás un trago? – pregunta Miley. – Si, a ti. – le dice al que tiene en frente.
- Claro, preciosa. Toma. – el vaso rueda hasta el otro extremo.
-
¿Se puede saber que haces ligando con esta? – una voz a sus espaldas,
la sobresalta. Miley deja de jugar con la pajita.
- Oye, esta, tiene nombre. Y para tu información, estamos en una… - cuando se termina de girar, Miley se paraliza.
- Mileuy...
- Jonas. – dice indignada. – Que sorpresa encontrarte aquí.
- ¿Os conocéis? – dice el chico de antes.
- Claro. Trabajé con ella en la campaña de Calvin.
- Si, y se acostó conmigo.
El chico y sus amigos se ponen a reír.
- Qué suerte, hermano. – le dice. – Como me gustaría a mí acostarme con una tía así de extrema.
- Miley no es extrema. – la defiende Nick. – y no hables así, que te
daré una hostia, que solo tienes diecisiete años, enano.
Nick coge del brazo a Miley. Ella intenta zafarse, pero no puede, él tiene mucha más fuerza que Miley.
- ¿Es tu hermano? – dice Miley.
- Si, un ******* con las hormonas alborotadas.
- Diecisiete años. Supongo que lo has colado tú.
- A él y a los mocosos de su pandilla de engreídos. ¿Se puede saber que hacías dejándote seducir por esos… pavones?
- Puedo dejarme seducir por quien quiera.
- Pero…
-
Tú no eres nadie para decirme el que hago o que debo dejar de hacer. –
suspiró. – Nick, creí en ti, te esperé. Y no has querido saber más de
mí. Tú tenías mi número. ¿Yo que tenía de ti? Estuve esperando una
señal, algo. Y no te dignaste a ni siquiera enviarme un puto sms.
- Perdí tu tarjeta. – musitó él. – Lo siento.
-
La hubieras buscado si yo te hubiera importado lo más mínimo. – ella se
giró, le dio la espalda. – ahora, si me permites… intento encontrar
algo que me satisfaga.
- Me tienes a mí.
- Perdona, ahora soy yo, la que no quiero saber nada más de ti. – una última mirada. – hasta pronto.
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