viernes, 15 de julio de 2011

Divino Placer: One shot parte 3

Dos meses. Han pasado dos meses des de que Miley trabajó para Calvin Klein. Y Nick ni siquiera se ha dignado a llamarla. Se siente como una estúpida, en parte, por haberse fiado de un hombre, al que apenas conocía. Y encima eso. Un hombre. Un hombre inútil, como todos los demás.

-          Me haré lesbiana. – se dice a ella misma, hiendo hacia la cocina, para prepararse un buen desayuno. – a la mier.da la línea, necesito comer.

Coge la paella y fríe un par de huevos. En la plancha, bacón. Se tosta dos rebanadas de pan y coge la mantequilla del congelador. Todo en un plato, encima de una bandeja, acompañada de un vaso de zumo de naranja, y a la mesa. Miley suspira, mirando la gran cantidad de comida. Entonces, se dice a ella misma

-          Esta noche saldré de fiesta. – pensando, que, en más de disfrutar de una bebida cargada de alcohol y la buena música house a todo volumen, lo que quiere, es encontrar un lío de una noche. – Dos meses. Dos meses des del polvo que eché con Nick. Dos meses esperándolo. Dos meses, sin follar. Ya he tenido suficiente.

Miley se sube la minifalda tejana. Se pone las botas altas peep toe. Esas hasta la rodilla de cuero, que tienen la funda del tacón roja. Y se baja el jersey plateado, de lentejuelas, de cuello drapeado. Se pinta, difuminando unos ojos al estilo ‘smokinkg eye’, una fina línea y rímel. Labios rosados. Coge el bolso, las llaves del coche. Esta noche saldrá sola, pero volverá acompañada. Y de un hombre alto, corpulento, que la haga disfrutar como una bendecida zorra. Está segura.

Miley se mete en su mini Cooper rojo y conduce hasta el pub de ‘tres estrellas’. Famoso por sus borracheras, por los maromos y por la música. También por las detenciones que ha tenido. Pero bueno… Es un sitio famoso.

-          DNI, ¿por favor? – le pide un portero robusto, que la ojea de arriba a bajo.

-          ¿DNI? ¿Es que no aparento ya los dieciocho?

-          Cariño, debo revisarlo.

Miley bufa. Aun que, piensa, sacando su monedero y el DNI, que si fuera por ella, se acostaba con ese apuesto cartero. Sería tan fácil como ‘¿Tienes algo que hacer, después de cerrar el pub? Vente un rato a mi piso, entonces…’ Y por la forma en que la miraba, Miley se jugaría su larga melena a que él accedería sin remordimientos.

-          Gracias. – le sonríe él, con una blanca dentadura. – disfruta.

-          Claro.

Miley se mete en el local. La oscuridad abruma, mientras miles de colores, rosas, azules, verdes, se dispersan, moviéndose con agitación alrededor de toda la sala. Caipiriñas, mojitos,  cubatas, rondan de mano en mano, atravesando gargantas ajenas, subiendo hasta la cabeza, haciendo perder los sentidos, la noción, haciendo que la gente enloquezca a partir de media noche.

-          Eh, guapa, ¿vienes sola? – escucha, a su alrededor, como un grupito de chicos la invita a dar conversación. Ella sonríe, decide seguirles el juego.

-          Pues sí. – contesta, en un dulce puchero.

-          ¿Y qué hace una tía como tú, sin acompañante? – dice otro de los cuatro.

Miley rie, se acerca a la mesa redonda en la que están sentados.

-          Digamos que no he tenido la oportunidad de conocer nadie, aún.

Los chicos se codean. Ríen. Parecen un pelo más jóvenes que ella, pero no importa. Están interesados. Y son cuatro. Y morenos, de gimnasio. ¿Qué más se puede pedir?

-          ¿No me darás un trago? – pregunta Miley. – Si, a ti. – le dice al  que tiene en frente.

-          Claro, preciosa. Toma. – el vaso rueda hasta el otro extremo.

-          ¿Se puede saber que haces ligando con esta? – una voz a sus espaldas, la sobresalta. Miley deja de jugar con la pajita.

-          Oye, esta, tiene nombre. Y para tu información, estamos en una… - cuando se termina de girar, Miley se paraliza.

-          Mileuy...
-          Jonas. – dice indignada. – Que sorpresa encontrarte aquí.

-          ¿Os conocéis? – dice el chico de antes.

-          Claro. Trabajé con ella en la campaña de Calvin.

-          Si, y se acostó conmigo.

El chico y sus amigos se ponen a reír.

-          Qué suerte, hermano. – le dice. – Como me gustaría a mí acostarme con una tía así de extrema.

-          Miley no es extrema. – la defiende Nick. – y no hables así, que te daré una hostia, que solo tienes diecisiete años, enano.

Nick coge del brazo a Miley. Ella intenta zafarse, pero no puede, él tiene mucha más fuerza que Miley.

-          ¿Es tu hermano? – dice Miley.

-          Si, un ******* con las hormonas alborotadas.

-          Diecisiete años. Supongo que lo has colado tú.

-          A él y a los mocosos de su pandilla de engreídos. ¿Se puede saber que hacías dejándote seducir por esos… pavones?

-          Puedo dejarme seducir por quien quiera.

-          Pero…

-          Tú no eres nadie para decirme el que hago o que debo dejar de hacer. – suspiró. – Nick, creí en ti, te esperé. Y no has querido saber más de mí. Tú tenías mi número. ¿Yo que tenía de ti? Estuve esperando una señal, algo. Y no te dignaste a ni siquiera enviarme un puto sms.

-          Perdí tu tarjeta. – musitó él. – Lo siento.

-          La hubieras buscado si yo te hubiera importado lo más mínimo. – ella se giró, le dio la espalda. – ahora, si me permites… intento encontrar algo que me satisfaga.

-          Me tienes a mí.

-          Perdona, ahora soy yo, la que no quiero saber nada más de ti. – una última mirada. – hasta pronto.

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