viernes, 8 de julio de 2011

The έναν εξαπατώντας σύζυγο: cap 4

Pasaron algunos minutos antes de que Liam, se reuniera con ella en el cuarto de estar. Necesitaba algún tiempo para prepararse para lo que iba a ocurrir. Miley lo esperaba sentada, pacientemente.
 
Curiosamente, estaba muy tranquila. Su corazón latía a un ritmo normal y tenía las manos apoyadas relajadamente sobre el regazo.
Liam entró. Se había quitado el abrigo y la chaqueta, y se había desanudado la corbata y desabrochado el cuello de la camisa. No miró a Miley y se dirigió al mueble bar para servirse un whisky.
--'¿Quieres uno? -le preguntó a Miley.
 
Ella negó con la cabeza. Liam no repitió la pregunta, tampoco la miró. Se sirvió una generosa cantidad de whisky y se sentó en el sofá, frente a Miley.
Dio un largo trago.
 
-Tienes una amiga muy fiel -dijo. «y un marido infiel», pensó Miley.
Liam cerró los ojos. No la había mirado desde que entrara en la habitación. Estiró las piernas y tomó el vaso con ambas manos. Miley  se fijó en sus dedos: largos, fuertes y con las uñas perfectamente cortadas.
 
Era un hombre fuerte y alto, y siempre aseado. Buenos zapatos, trajes elegantes, camisas a medida y corbatas de seda. Estaba más pálido que de costumbre, pero su semblante, que reflejaba tensión, seguía siendo atractivo. Sus rasgos eran bien formados y suaves, tenía la nariz recta y la boca delgada, en un gesto de determinación. Iba a cumplir treinta y dos años y siempre había sido muy masculino, aunque, con el paso de los años, habían ido aflorando otras facetas de su carácter.
 
Había adquirido una fuerza interior, que, tal vez, suele aparecer siempre con la madurez, y una nueva confianza y conciencia de la propia valía. Su rostro reflejaba su personalidad, es decir, la de un hombre acostumbrado a ejercer el poder y con la capacidad de superar eficazmente las dificultades. En su compañía, se tenía la sensación de estar ante un hombre especial.
 
 Otro rasgo eminente de su personalidad, pensaba Miley, era su dominio de sí mismo. Liam siempre había poseído una gran capacidad para controlar sus emociones, raramente perdía los nervios, raramente se irritaba cuando las cosas no marchaban como él quería. Ante los problemas, tenía la rara habilidad de olvidar los aspectos negativos y extraer lo más positivo de la situación.
 
Aquél era el rasgo más sobresaliente de Liam Hemsworth, presidente de Master Holdings, una organización que, en pocos años, había crecido de un modo extraordinario. Compraba pequeñas empresas que no marchaban bien y las reconvertía en filiales de la suya, logrando que obtuvieran grandes beneficios.
y lo había hecho todo con sus propios medios. Manteniendo un delicado equilibrio entre el éxito y el desastre, aunque sin llegar a poner en peligro el bienestar de su familia, había construido un pequeño imperio. Por el contrario, la había rodeado de lujo, tanto como podía desear.
 
-Y ahora, ¿qué? -preguntó de repente, levantando los párpados y revelando la belleza de sus ojos azules y profundos.
 
Así que no iba a tratar de negar nada, se dijo Miley.
 
Deseaba encontrar algo que decir, pero no sabía qué. -Dímelo tú -dijo, todavía con aquella tranquilidad asombrosa.
 
Tay debía haberle dicho que temía que cometiera colgarse de una lámpara. Qué melodramático, qué novelesco. Pobre Tay, pensaba Miley con simpatía, qué mal tenía que haberlo pasado.
 
-Es una zorra -gruñó Liam.
 
La idea que tenía de Tay, obviamente, no se parecía a la de Miley. Se inclinó hacia delante apretando el vaso de whisky entre las manos. Tenía el ceño fruncido y le temblaba un músculo de la mandíbula. Apoyaba los codos en las rodillas y no apartaba la vista de la alfombra.
 
-Si no hubiera metido las narices, podrías haberte ahorrado todo esto. ¡Ya había terminado! -espetó-. ¡Si supiera cerrar la boca, se habría dado cuenta de que todo había terminado! Esa zorra me la tenía jurada. Ha estado esperando a que cayera para hincarme el diente. Pero nunca pensé que caería tan bajo como para hacerlo a través de ti.
 
Era cierto, pensaba Miley. Maldita Tay, ¿por qué se había metido donde no la llamaban?
-¡Di algo, por Dios! -gruñó Liam.
 
Miley parpadeó, porque Liam nunca le había levantado la voz, y se dio cuenta de que, desde que Liam había entrado, tenía los ojos fijos en él, pero sin verlo. Sólo se fijó verdaderamente en él en aquellos instantes, como si necesitara que sucediera algo para darse plena cuenta de lo que estaba ocurriendo. Aunque, en realidad, no deseara que sucediera por temor a echarse a llorar y derrumbarse.
«Así debe sentirse uno», se decía, «cuando muere un ser querido».
 
-Quiero el divorcio -dijo.
 
Fue lo primero que le vino a la cabeza y se sorprendió tanto de oírlo como el propio Liam.
 
-Tú puedes marcharte, yo me quedaré con la casa y los niños. No creo que tengas dificultades para mantenemos -añadió y se encogió de hombros. No cabía en sí de asombro ante su propia tranquilidad, cuando lo normal era gritarle como una esposa ofendida.
 
-¡No seas estúpida! -gruñó Liam-. Eso no es posible y tú lo sabes.
 
-No grites, vas a despertar a los niños
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Liam se puso en pie y dejó el vaso sobre la repisa de la chimenea con un sonoro golpe y derramando el líquido sobre el mármol de la repisa.

Liam miró a Miley con furia, pero no pudo sostener por mucho tiempo su mirada. Agachó la cabeza apesadumbrado y se metió las manos en los bolsillos.
 
-Mira ... -dijo al cabo de unos instantes, tratando de recobrar la calma- No era lo que tú crees, lo que esa zorra te ha hecho creer. Sucedió sólo ... por casualidad ... y se acabó casi antes de empezar -dijo haciendo un seco ademán.
 
«Pobre Selena», pensó Miley, «guillotinada de un plumazo».
 
-Tenía mucha presión en el trabajo. La compra de Harvey's ha sido muy arriesgada y amenazaba todo lo que he conseguido -prosiguió Liam, y tomó el vaso de whisky y dio un largo trago-. He tenido que trabajar día y noche. Tú has tenido que ocuparte de William y he pasado más tiempo con ella que contigo. Luego, los mellizos tuvieron sarampión y no quisiste que con" tratáramos a una enfermera. Estabas agotada, casi enferma, y yo estaba preocupado por ti, por los mellizos, por Adam, que no dormía más de media hora seguida, y con más dificultades que nunca en la empresa. Creí que lo mejor para ti era que no te preocupara contándote mis problemas en la oficina ...
 
Liam hablaba de los meses anteriores. Un periodo en que Miley pensó que todo lo que podía ir mal había ido mal. Pero no se le había ocurrido añadir a su lista de problemas que su marido la engañaba con otra mujer.
 
-Miley... -dijo Liam con voz grave- no era mi intención. Ni siquiera quería hacerlo. Pero ella estaba allí cuando yo necesitaba a alguien, y tú no estabas, y yo ...
 
-¡Cállate! -exclamó Miley.
 
Le dieron náuseas y tuvo que llevarse la mano a la boca para no. vomitar sobre su preciosa -y carísima alfombra. Se levantó, Liam hizo intención de ayudarla y ella le dirigió una mirada hostil. Fue dando tumbos hasta el mueble bar y, con manos temblorosas, se sirvió whisky. Era una bebida que detestaba, pero, en aquellos momentos, sentía la angustiosa necesidad de beber algo fuerte.
 
Liam seguía de pie. La miró con desconsuelo al veda beberse el whisky de un trago y cerrar los ojos echando la cabeza hacia atrás.

Miley trataba de mantener la calma, pero la tormenta se había desencadenado. Su cuerpo fue sacudido por un mar de emociones violentas. Le palpitaba el corazón y trató de respirar profundamente, pero tenía la sensación de tener los pulmones encharcados. Tenía paralizados los músculos del estómago, su cerebro, al contrario, estaba sumido en un torbellino de angustia y dolor.
 
-¡Se ha acabado, Miley! -dijo Liam con una voz grave que ella nunca le había oído-. ¡Por Dios, Miley, se ha acabado!
 
-¿Cuándo se acabó? -le preguntó mirándolo a los ojos- ¿Cuando te permitiste el lujo de volver a hacer el amor conmigo? Pobre Selena.

El whisky comenzaba a hacer el efecto deseado. -¿Me pregunto a quién de las dos tomas por imbécil?

Liam sacudió la cabeza negándose a aceptar la lucha.
 
-Simplemente, ocurrió -dijo tristemente, pasándose la mano por el pelo-. Ojala no lo hubiera hecho, pero no puedo echar marcha atrás, aunque sea lo que más deseo. Por si te sirve de algo, te diré que me avergüenzo de mi mismo. Pero, y te lo juro por Dios, te doy mi palabra de que no volverá a suceder de nuevo.

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