Pasaron algunos minutos
antes de que Liam, se reuniera con ella en el cuarto de estar. Necesitaba
algún tiempo para prepararse para lo que iba a ocurrir. Miley lo
esperaba sentada, pacientemente.
Curiosamente, estaba muy tranquila. Su corazón latía a un ritmo normal y tenía las manos apoyadas relajadamente sobre el regazo.
Liam entró.
Se había quitado el abrigo y la chaqueta, y se había desanudado la
corbata y desabrochado el cuello de la camisa. No miró a Miley y se
dirigió al mueble bar para servirse un whisky.
--'¿Quieres uno? -le preguntó a Miley.
--'¿Quieres uno? -le preguntó a Miley.
Ella
negó con la cabeza. Liam no repitió la pregunta, tampoco la miró. Se
sirvió una generosa cantidad de whisky y se sentó en el sofá, frente a Miley.
Dio un largo trago.
Dio un largo trago.
-Tienes una amiga muy fiel -dijo. «y un marido infiel», pensó Miley.
Liam cerró
los ojos. No la había mirado desde que entrara en la habitación. Estiró
las piernas y tomó el vaso con ambas manos. Miley se fijó en sus
dedos: largos, fuertes y con las uñas perfectamente cortadas.
Era un
hombre fuerte y alto, y siempre aseado. Buenos zapatos, trajes
elegantes, camisas a medida y corbatas de seda. Estaba más pálido que de
costumbre, pero su semblante, que reflejaba tensión, seguía siendo
atractivo. Sus rasgos eran bien formados y suaves, tenía la nariz recta y
la boca delgada, en un gesto de determinación. Iba a cumplir treinta y
dos años y siempre había sido muy masculino, aunque, con el paso de los
años, habían ido aflorando otras facetas de su carácter.
Había
adquirido una fuerza interior, que, tal vez, suele aparecer siempre con
la madurez, y una nueva confianza y conciencia de la propia valía. Su
rostro reflejaba su personalidad, es decir, la de un hombre acostumbrado
a ejercer el poder y con la capacidad de superar eficazmente las
dificultades. En su compañía, se tenía la sensación de estar ante un
hombre especial.
Otro rasgo eminente de su personalidad, pensaba Miley, era su dominio de sí mismo. Liam siempre había poseído una
gran capacidad para controlar sus emociones, raramente perdía los
nervios, raramente se irritaba cuando las cosas no marchaban como él
quería. Ante los problemas, tenía la rara habilidad de olvidar los
aspectos negativos y extraer lo más positivo de la situación.
Aquél
era el rasgo más sobresaliente de Liam Hemsworth, presidente de Master
Holdings, una organización que, en pocos años, había crecido de un modo
extraordinario. Compraba pequeñas empresas que no marchaban bien y las
reconvertía en filiales de la suya, logrando que obtuvieran grandes
beneficios.
y lo había hecho todo con sus propios medios. Manteniendo un delicado equilibrio entre el éxito y el desastre, aunque sin llegar a poner en peligro el bienestar de su familia, había construido un pequeño imperio. Por el contrario, la había rodeado de lujo, tanto como podía desear.
y lo había hecho todo con sus propios medios. Manteniendo un delicado equilibrio entre el éxito y el desastre, aunque sin llegar a poner en peligro el bienestar de su familia, había construido un pequeño imperio. Por el contrario, la había rodeado de lujo, tanto como podía desear.
-Y ahora, ¿qué? -preguntó de repente, levantando los párpados y revelando la belleza de sus ojos azules y profundos.
Así que no iba a tratar de negar nada, se dijo Miley.
Deseaba encontrar algo que decir, pero no sabía qué. -Dímelo tú -dijo, todavía con aquella tranquilidad asombrosa.
Tay debía
haberle dicho que temía que cometiera colgarse de una lámpara. Qué
melodramático, qué novelesco. Pobre Tay, pensaba Miley con simpatía,
qué mal tenía que haberlo pasado.
-Es una zorra -gruñó Liam.
La
idea que tenía de Tay, obviamente, no se parecía a la de Miley. Se
inclinó hacia delante apretando el vaso de whisky entre las manos. Tenía
el ceño fruncido y le temblaba un músculo de la mandíbula. Apoyaba los
codos en las rodillas y no apartaba la vista de la alfombra.
-Si no
hubiera metido las narices, podrías haberte ahorrado todo esto. ¡Ya
había terminado! -espetó-. ¡Si supiera cerrar la boca, se habría dado
cuenta de que todo había terminado! Esa zorra me la tenía jurada. Ha
estado esperando a que cayera para hincarme el diente. Pero nunca pensé
que caería tan bajo como para hacerlo a través de ti.
Era cierto, pensaba Miley. Maldita Tay, ¿por qué se había metido donde no la llamaban?
-¡Di algo, por Dios! -gruñó Liam.
Miley parpadeó,
porque Liam nunca le había levantado la voz, y se dio cuenta de que,
desde que Liam había entrado, tenía los ojos fijos en él, pero sin verlo.
Sólo se fijó verdaderamente en él en aquellos instantes, como si
necesitara que sucediera algo para darse plena cuenta de lo que estaba
ocurriendo. Aunque, en realidad, no deseara que sucediera por temor a
echarse a llorar y derrumbarse.
«Así debe sentirse uno», se decía, «cuando muere un ser querido».
«Así debe sentirse uno», se decía, «cuando muere un ser querido».
-Quiero el divorcio -dijo.
Fue lo primero que le vino a la cabeza y se sorprendió tanto de oírlo como el propio Liam.
-Tú
puedes marcharte, yo me quedaré con la casa y los niños. No creo que
tengas dificultades para mantenemos -añadió y se encogió de hombros. No
cabía en sí de asombro ante su propia tranquilidad, cuando lo normal era
gritarle como una esposa ofendida.
-¡No seas estúpida! -gruñó Liam-. Eso no es posible y tú lo sabes.
-No grites, vas a despertar a los niños
Aquello fue
la gota que colmó el vaso. Liam se puso en pie y dejó el vaso sobre la
repisa de la chimenea con un sonoro golpe y derramando el líquido sobre
el mármol de la repisa.
Liam miró a Miley con furia, pero no pudo
sostener por mucho tiempo su mirada. Agachó la cabeza apesadumbrado y se
metió las manos en los bolsillos.
-Mira ... -dijo al cabo de unos
instantes, tratando de recobrar la calma- No era lo que tú crees, lo que
esa zorra te ha hecho creer. Sucedió sólo ... por casualidad ... y se
acabó casi antes de empezar -dijo haciendo un seco ademán.
«Pobre Selena», pensó Miley, «guillotinada de un plumazo».
-Tenía
mucha presión en el trabajo. La compra de Harvey's ha sido muy
arriesgada y amenazaba todo lo que he conseguido -prosiguió Liam, y tomó
el vaso de whisky y dio un largo trago-. He tenido que trabajar día y
noche. Tú has tenido que ocuparte de William y he pasado más tiempo con
ella que contigo. Luego, los mellizos tuvieron sarampión y no quisiste
que con" tratáramos a una enfermera. Estabas agotada, casi enferma, y yo
estaba preocupado por ti, por los mellizos, por Adam, que no dormía más
de media hora seguida, y con más dificultades que nunca en la empresa.
Creí que lo mejor para ti era que no te preocupara contándote mis
problemas en la oficina ...
Liam hablaba de los meses anteriores. Un
periodo en que Miley pensó que todo lo que podía ir mal había ido
mal. Pero no se le había ocurrido añadir a su lista de problemas que su
marido la engañaba con otra mujer.
-Miley... -dijo Liam con voz
grave- no era mi intención. Ni siquiera quería hacerlo. Pero ella estaba
allí cuando yo necesitaba a alguien, y tú no estabas, y yo ...
-¡Cállate! -exclamó Miley.
Le
dieron náuseas y tuvo que llevarse la mano a la boca para no. vomitar
sobre su preciosa -y carísima alfombra. Se levantó, Liam hizo intención
de ayudarla y ella le dirigió una mirada hostil. Fue dando tumbos hasta
el mueble bar y, con manos temblorosas, se sirvió whisky. Era una bebida
que detestaba, pero, en aquellos momentos, sentía la angustiosa
necesidad de beber algo fuerte.
Liam seguía de pie. La miró con
desconsuelo al veda beberse el whisky de un trago y cerrar los ojos
echando la cabeza hacia atrás.
Miley trataba de mantener la calma,
pero la tormenta se había desencadenado. Su cuerpo fue sacudido por un
mar de emociones violentas. Le palpitaba el corazón y trató de respirar
profundamente, pero tenía la sensación de tener los pulmones
encharcados. Tenía paralizados los músculos del estómago, su cerebro, al
contrario, estaba sumido en un torbellino de angustia y dolor.
-¡Se ha acabado, Miley! -dijo Liam con una voz grave que ella nunca le había oído-. ¡Por Dios, Miley, se ha acabado!
-¿Cuándo
se acabó? -le preguntó mirándolo a los ojos- ¿Cuando te permitiste el
lujo de volver a hacer el amor conmigo? Pobre Selena.
El whisky
comenzaba a hacer el efecto deseado. -¿Me pregunto a quién de las dos
tomas por imbécil?
Liam sacudió la cabeza negándose a aceptar la lucha.
-Simplemente,
ocurrió -dijo tristemente, pasándose la mano por el pelo-. Ojala no lo
hubiera hecho, pero no puedo echar marcha atrás, aunque sea lo que más
deseo. Por si te sirve de algo, te diré que me avergüenzo de mi mismo.
Pero, y te lo juro por Dios, te doy mi palabra de que no volverá a
suceder de nuevo.
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