sábado, 6 de agosto de 2011

The έναν εξαπατώντας σύζυγο: cap 19

Joshua sonrió cínicamente. Al fin y al cabo, era una celebridad, el curso rebosaría de gente.
-Te gustará -dijo- Te lo prometo.
Miley sintió un nudo en el estómago. La promesa de Josh implicaba más de lo que decía. En realidad, no había hecho ningún esfuerzo por ocultar que ella le gustaba.
El problema era: ¿quería ella alentar algo que podría llegar a ser muy peligroso?
La respuesta era «no». Su vida ya era bastante complicada como para complicarla aún más con un hombre como Joshua Browman. Y era una pena, ciertamente, porque le atraía mucho la idea de volver a tomar un lápiz y un bloc de dibujo. -Cuando sepas si vas a dar el curso -dijo fInalmente-, llámame y lo pensaré.

-¿Joshua Browman va a dar clases en ese colegio universitario tan pequeño? ¿Y por qué iba a molestarse en venir a un sitio tan poco importante? -dijo Liam, frunciendo el ceño.
-A lo mejor porque le interesa -dijo Miley un poco ofendida por el desdén de Liam.
 

No le había gustado nada que saliera sin que él lo supiera, pero, al saber que fue con Joshua Browman, se puso hecho una furia.
-¿Y cómo te enteraste de que daba esa conferencia?
-Por la Gaceta Local-replicó Miley-. ¿Has comido? -le preguntó cambiando de tema diplomáticamente- ¿Quieres que te haga algo?
-iNo! Lo que quiero es que me digas por qué saliste con Joshua ...
-iYo no salí con él! ¡Sólo fui a escuchar su conferencia –le dijo, porque había un abismo entre eso y salir con él- ¿Qué diablos estás intentando decir, Liam?-le preguntó comenzando a perder la paciencia-. ¿Qué hicimos todo lo posible por vemos a solas?


Liam se ruborizó, de modo que Miley supo que era eso exactamente lo que estaba pensando.
-Es muy capaz -dijo- ¡Le gustaste desde el momento en que te vio!
«Dios mío», pensó mientras una sensación de euforia se apoderaba de ella, «el invencible Liam Hemsworth tiene miedo de que su pequeña esposa esté pensando en echarse un amante».
-Eres tú quien no confía en nuestro matrimonio, Liam, no yo.
-Pero podrías hacerlo por venganza.
-Y tú podrías volverte paranoico con tu sentido de culpabilidad. No me metas a mí en el mismo saco -replicó Miley, y, una vez más, algo le decía que no estaba siendo completamente sincera.
-No digas tonterías, yo no estoy haciendo eso --dijo Liam, y se levantó para servirse algo de beber. -Entonces, ¿qué es lo que estás haciendo?
-Pues la verdad ... -dijo Liam, y suspiró con desconsuelo-, .la verdad es que no sé qué estoy haciendo -confesó-. ¿Vas a ir al curso?
-¿Vas a hacer de marido dominante impidiéndome ir si quiero hacerlo?
-¿Me vas a hacer caso si te pido que no vayas? -No.
-Entonces, no merece la pena que lo intente -dijo


Liam encogiéndose de hombros y luego salió del salón.
Miley se quedó allí sentada, furiosa y con una sensación de impotencia. Pero, sobre todo, con un intenso desamparo. Porque tanto si discutía como si hacía el amor con él, todavía se sentía desamparada cada vez que Liam se separaba de ella.

«Tu problema, Miley, es que llevas tanto tiempo viviendo para él que ya no sabes vivir para ti», se dijo y aquélla fue la razón por la que decidió asistir al curso cuando Joshua la llamó para decirle que todo estaba preparado.

Liam no dijo ni palabra. Pero Miley supo su opinión cuando abandonó la casa un par de semanas después para asistir a la primera clase. Y cuando volvió, no esperó a que anocheciera para compartir la cama matrimonial, sino que, en cuanto apareció por la puerta la agarró de la mano y la llevó a la habitación. Sin embargo, después de hacer el amor, sintieron una amarga frustración, porque, aunque se precipitó con él en el ardiente camino de la sensualidad, Liam, de nuevo, alcanzó solo las puertas del cielo. Lo que no dejó satisfechos a ninguno de los dos.
 

Su talento para la caricatura emergió a lo largo del curso. Incluso Liam se rió con las que hizo de toda la familia.

Joshua la animaba mucho. Nunca hacía ningún comentario personal en clase, pero después, cuando se dirigía con los alumnos a tomar algo al pub de al lado, siempre se sentaba a su lado. Miley trataba de ignorar el evidente interés de Josh. Quería aprender de su talento, y temía, si él se ponía demasiado insistente, verse obligada a abandonar sus clases.
 

Llegó diciembre y Miley se vio inmersa en los preparativos de las Navidades. Fue de compras muchas veces y se aprovisionó para preparar comidas adecuadas para la ocasión. La casa se llenó de actividad.

Liam estaba todavía más ocupado y más preocupado también. Su única concesión a la necesidad de Miley de ser considerada como algo más que su esposa era salir con ella regularmente. Iban al teatro, al cine, salían a cenar, a bailar. Miley se compró más ropa elegante, aunque normalmente seguía vistiendo como siempre. Mantuvo su corte de pelo porque le gustaba y porque era más cómodo que la melena.
Pero la tensión de su matrimonio se manifestaba en otros detalles. Se cansaba con facilidad, se irritaba por pequeñas cosas y, a veces, se echaba a llorar sin motivo aparente, lo que dejaba a su familia sumida en la preocupación.
 

Una tarde, su coche no arrancó cuando se disponía a ir a clase. Liam estaba en Liverpool y no volvería hasta muy tarde. Anne estaba cuidando a los niños. Caía aguanieve y Miley contempló con desgana su casa, que acababa de abandonar, sabiendo que debía volver a entrar para llamar un taxi, pero sin la menor gana de hacerla.
 

Se sorprendió al darse cuenta de que contemplaba su casa como si fuera una especie de prisión.
Dio un profundo suspiro, se subió el cuello del abrigo y bajó la calle para tomar el autobús.
Llegó a la facultad calada hasta los huesos, con el pelo empapado y aterida de frío. Con una exclamación, todos los alumnos se precipitaron para ayudarla a secarse. Alguien le secó el pelo con una toalla de papel y otro le quitó las botas y los calcetines.
-¡Vaya! -exclamó alguien- La dama lleva calcetines de hombre.
Todos rieron, y lo mismo hizo Miley. Se sentía alegre y libre por primera vez en mucho tiempo. Tenía la blusa empapada. Joshua le ofreció su suéter negro de lana. Se quitó la blusa y se lo puso mientras las demás mujeres' de la clase formaban una pantalla para protegerla de las miradas de los hombres.

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