sábado, 27 de agosto de 2011

The έναν εξαπατώντας σύζυγο cap: 27

Había un retrato de Lucas, con el ceño fruncido y una mirada solemne. Era igual que Liam, tanto, que a Miley le dio un vuelco el corazón al comparar el retrato con él.

Marie parecía satisfecha de sí misma. Su pelo rubio era como un halo alrededor de su cara. Tenía una mirada traviesa la misma con que había recibido la noticia de que su padre iba a comprarle un pony, y sus rasgos expresaban que era independiente y extrovertida. Se parecía a Miley, pero no era Miley. En aquel aspecto, se parecía más a su padre.

Había más retratos de William, porque Miley pasaba más tiempo con él. En uno estaba durmiendo, boca abajo, con el beep en pompa y abrazado a su osito. Había otro dibujo en el que estaba riendo, y sus pequeños dientes asomaban en un rostro lleno de luz. En otro estaba muy serio, concentrado en dar sus primeros pasos.

-Son buenos -dijo Liam. Miley suspiró.
-Gracias -dijo e hizo ademán de tomar el bloc antes de que Liam volviera la hoja- Disfruto al hacerlos.

Liam no le devolvió el bloc. Al volver la siguiente página, se quedó muy quieto.
Esperaba ver algún dibujo de él mismo, pensó Miley más tarde. Era la conclusión lógica después de ver dibujos de todos los miembros de la familia. Pero no había ningún retrato suyo.

Era un autorretrato. El retrato de una mujer joven, con el pelo corto y el rostro terso. Una mujer que había cambiado poco a lo largo de los años. Su boca era pequeña y suave y tenía la nariz delicadamente recta. Pero sus ojos, los miraban con una tristeza que conmovía el alma. Para ella, fue como mirar a una extraña. Había odiado aquel retrato nada más terminarlo. Por eso lo había tachado con dos rayas de esquina a esquina de la página.

-¿Por qué lo ha tachado? -preguntó Liam con seriedad, siguiendo una de las rayas con un dedo y deteniéndose en la boca.

Miley se aparto un poco de él. -No soy yo, no me gusta.
Liam no hizo ningún comentario, pero se quedó mirando el dibujo durante largo tiempo. 

Miley se levantó de la cama y trató de concentrarse en la ropa que tenía extendida sobre el suelo de la habitación.

-De mi no has hecho ningún dibujo -dijo Liam, cuando acabó de examinar el cuaderno.
Miley le dirigió una sonrisa forzada.
-¿Cómo que no? -dijo- ¿Y ese diablo? Así es como yo te veo.

No podía explicar por qué no había intentado dibujarlo. Sabía las razones, pero no habría sabido decirlas con palabras. Liam era distinto. Era y no era de la familia. Los demás rostros del bloc eran parte de ella. 


Liam lo había sido, su parte más importante, pero ya no lo era. Se había alejado, se había convertido en una imagen borrosa.
No lo quería tanto como a sus hijos.



 Él era el eslabón roto de la cadena.
Se estiró para agarrar el cuaderno. Liam se lo dio, observando en silencio cómo lo guardaba en el último cajón del armario y cerrando la puerta antes de mirarlo a él de nuevo.
Él seguía tumbado en la cama, cubierto sólo por la toalla.

-¿Dónde está William? -preguntó suavemente.
-En casa de tu madre.

Cruzaron una mirada y el tiempo se detuvo. La mirada de Liam no dejaba lugar a dudas, la deseaba. Ella estaba a un metro de él, nerviosa, insegura. Se sonrojó sintiendo que el deseo también se apoderaba de ella.

Se fijó en el  vello rizado que cubría el pecho de Liam y que descendía en forma de flecha, perdiéndose por debajo de su cintura. Liam era alto, esbelto y muy masculino. Sus piernas eran poderosas y con unos muslos bien formados, y estaban cubiertas de vello. Miley casi podía sentir el roce de aquel vello sobre su piel suave y delicada.



La pálida luz del sol entraba por la ventana, y se dio cuenta, con un pequeño sobresalto, que hacía muchos meses que no miraba a Liam tan abiertamente. La necesidad de hacer el amor a oscuras le había privado de aquel placer. Y también del placer el ver arder el deseo en los ojos de Liam.
El estiró el brazo, invitándola a tenderse a su lado. Miley le dio la mano en silencio, llevada por una fuerza contra la que era imposible luchar. Liam entrelazó los dedos con ella, con cuidado de no romper el hipnótico contacto de sus miradas. Se sentó muy despacio y separó las piernas para que Miley se deslizara entre ellas. Miley sólo llevaba un vestido muy ancho y las braguitas. Liam la agarró por la cintura y le acarició la cadera y las piernas hasta alcanzar el borde del vestido.
Miley contuvo la respiración y dio un respingo.
Liam se detuvo y la miró para comprobar el significado de aquel gesto. Miley dejó escapar el aire de sus pulmones lentamente y cerró los párpados inclinándose para besar a Liam en la boca.
Liam se echó hacia atrás y ella se echó con él.
Sin dejar de besarla, Liam le quitó el vestido. Al instante, se perdieron el uno en el otro, hambrientos, ansiosos, llenos de deseo, sumergiéndose en una cascada de sensualidad y de caricias, sin dejar nunca de besarse.
Miley estaba preparada para recibirlo, y sus sentidos se ahogaron en un dulce pozo de deseo. Liam se colocó encima de ella y Miley lo agarró por la cadera para que la penetrara.
Entonces, ocurrió. 

Amándolo con cada poro de su piel, con cada uno de sus sentidos, abrió los ojos muy despacio y miró el hermoso rostro de Liam, su pelo, bañado por la tenue luz del sol, y vio la ferocidad de su pasión en el brillo fulminante de sus ojos. Entonces, el fantasma de su infierno volvió para atemorizarla y cerró los ojos, gimoteando con frustración y poniéndose completamente rígida.
-¡No! -exclamó Liam con violencia, porque se daba cuenta de lo que le estaba ocurriendo a Miley-. ¡No, maldita sea, Miley, no!

Miley luchó con todas sus fuerzas, apretándose a él y sin dejar de jadear.
-¡Mírame! -le exigió Liam-. ¡Por lo que más quieras, mírame!
Miley abrió los ojos lentamente. 

Liam tenía los párpados entrecerrados, con una evidente expresión de deseo. Tal vez Liam no la amara, pero la deseaba apasionadamente a pesar de que llevaban ocho años casados, a pesar de que su embarazo era evidente, a pesar de todo lo que había ocurrido entre ellos en durante los últimos meses. Liam todavía la deseaba con una gran intensidad, y, tal vez, eso fuera suficiente 

-¡No! -exclamó Liam al ver que Miley cerraba los ojos otra vez- ¡No, esta vez no me puedes dejar así, Miley!
Tomó el rostro de Miley entre sus manos y le apretó el rostro hasta conseguir que abriera los ojos.
-Me deseas -dijo con violencia-, pero no me tendrás a no ser que abras los ojos y aceptes a quien deseas. ¡A mí! -exclamó- ¡A mí, Miley! ¡A mí, el hombre que yo era antes de hacerte daño y el hombre que soy ahora!
-¿Y si no puedo? -susurró Miley desconsoladamente- ¿Y si no puedo superar lo que nos hiciste?
-Entonces, nunca me tendrás otra vez -respondió Liam con pesar- Porque sé que no puedo seguir haciendo el amor con una mujer que tiene que cerrar los ojos para hacer el amor conmigo.

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